Cuando tenía 16 años, mis papás me regalaron el coche de mi abuela, un Toyota como del año 60 que había pasado por todas las manos de mi familia porque era el que se utilizaba para “aprender a manejar”. Se imaginarán en el estado en el que llegó a mis manos. Lo que digo con certeza es que rodaba y para mi, era como si me hubiesen regalado un Porsche último modelo.
Vale acotar que este coche me fue dado con el propósito de llevarme a la escuela y de regreso, y quizás alguna que otra diligencia que se necesitara en casa con estricto permiso de mi mamá, pero no más lejos de un radio de 10 kilómetros. Sin embargo, mi “Porsche” me podía llevar a donde yo quisiera y como era la primera de mis amigas con coche, nos pareció una buena idea ir a la playa, a hora y media de la ciudad a pasar un día feriado – está demás decir que esto no estaba dentro de mi radio permitido.
Como era de esperar, a 40 minutos de haber comenzado nuestra travesía, veo que en el tablero se enciende una luz que desconocía y empezó a fallar el acelerador. A la orilla de la carretera, tuve que llamar a mis papás a explicarles que el coche ya no rodaba y peor aún… dónde estaba. No necesito explicar la magnitud del regaño que me esperaba en casa.
“La libertad no es más que la oportunidad de ser mejor” – Albert Camus.
¿Qué es la libertad?
La libertad es el regalo más grande que se le ha dado al ser humano. Cuando somos privados de ella, protestamos, peleamos y buscamos un cambio. Es parte fundamental de nuestra dignidad de ser persona, el poder actuar libre y conscientemente. Todos hemos nacido libres para poder expresarnos, pensar, actuar, decidir y poder vivir plenamente. Ahora… ¿qué es la libertad?
“La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar, de tal manera y por si mismo, acciones deliberadas.” (CIC 1731)
En mi caso, yo actué con total libertad y conciencia al agarrar mi coche, buscar a mis amigas y encaminarnos hacia la playa. Sin embargo todos estamos de acuerdo que mi decisión no fue la mejor. Por ser libre, la persona tiene la capacidad y el derecho de escoger sus caminos, optar por aquello que sin coacción se haya elegido. Pero hay que tomar en cuenta que “la libertad hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que estos son voluntarios” (CIC 1734), por lo que yo fui responsable de mis acciones y debía asumir las consecuencias.
Todo ser humano es libre en sus acciones, sin embargo lo más importarte es la manera en que la persona ejerce su libertad: el uso de ella te puede llevar a decidir entre los mayores bienes y los mayores males.
En definitiva, es el obsequio más grande que se nos ha dado y muchas veces no sabemos qué hacer con ella. Podemos utilizarla para encaminarnos por grandes sendas que han sido puestas para nosotros, o accidentarnos en plena carretera sin poder avanzar.
Dios desde el momento en que te creó, te hizo libre para que caminaras según tu parecer, pero también ha hecho para ti un camino que te llevaría a lugares que no te puedes imaginar, lugares a los que Él te quiere llevar. Sin embargo, por ser su creatura libre y amada, te ha puesto en tus manos tu propia decisión, si quieres caminar con Él o por otro camino. (CIC 1730). Y ahora, con toda esta libertad que tenemos… ¿Qué hacemos?
“El precio de la libertad es alto… y es un precio que estoy dispuesto a pagar.” – Capitán América
Libertad vs. Liberado
Hoy en día la cultura moderna no está en la lucha por ser libre sino más bien por ser “liberado”. Cada día es más común el buscar tumbar paredes y fortalezas que según, te limitan en tu vida. Si hay algo que a nuestro parecer no nos permite “avanzar”, peleamos y tumbamos para buscar nuevos campos. Estamos en la cultura de lo desechable, al punto en que desechamos principios y valores si en algún momento nos estorban la manera en que queremos vivir. Conoce, vive y experimenta el camino que Cristo te propone antes de tirarlo. Es así que realmente serás libre para elegir.
La libertad no es algo que se consigue, es algo que se construye. Solo eres libre cuando tiendes a algo apasionadamente y no hay nada, ninguna persona o sentimiento que te arrebate del camino que hayas elegido.
“Busca la libertad y conviértete en cautivo de tus deseos. Busca la disciplina y encuentra tu libertad” – Frank Herbert.
La libertad y la santidad
Jesucristo en su evangelio nos muestra en Él, el ideal de la santidad, realidad alcanzable y palpable para cada uno de nosotros. En más de 2000 años de historia podemos ver miles de personas que han optado por la santidad, el camino que te lleva a la felicidad y al amor verdadero, aquel que se construye con el esfuerzo de cada día.
No es un camino fácil, implica mucho trabajo, sacrificio y valor, pero mientras más grande la apuesta, mayor la ganancia. Y porque quiere que alcancemos la santidad, nos ha trazado el camino en la Iglesia Católica. Ella es esposa de Cristo y madre de nosotros, y es en ella que, alimentados por medio del Cuerpo y la Sangre de Cristo, nos unimos a Él en este camino de santificación.
Con excepción de la Virgen María, no hay persona en el mundo que ha nacido santo, ni siquiera la Iglesia, pero es Cristo quien es cabeza y por ello, la santifica y a todo su cuerpo. Entonces, si tu objetivo es la santidad, la felicidad plena y real, en la Iglesia lo encontrarás. Te invito a que conozcas esta Familia que Jesús te quiere regalar, cuáles son las sendas que Él ha marcado y las herramientas que te da para que avances.
No deseches antes de conocer, y verás que lo que a los ojos del mundo son barreras y restricciones, realmente son caminos para llegar al ideal libremente escogido por amor: Jesucristo.
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