Alguna vez te has preguntado ¿Por qué la Iglesia Católica está llena de sacerdotes hombres y no hay ni una sola mujer? Y no solo son sacerdotes, esto aplica para los tres grados del orden sacerdotal: diáconos, presbíteros y obispos.
Es muy común escuchar hoy en día, sobretodo en medios de comunicación y comentarios populares, que la Iglesia es machista, que desde el comienzo ha discriminado y aislado a la mujer quitándole su dignidad y privándola de sus derechos. Estas declaraciones resultan irónicas pues Cristo mismo dio una nueva dignidad a la mujer aun cuando esto iba en contra de todas las tradiciones de su tiempo. La Iglesia no solo reconoce unas 900 mujeres santas sino que sube al más alto pedestal de santidad a la Virgen María y tiene una especial veneración por otras muchas santas –Juana de Arco, Catalina de Siena, Teresa de Ávila, Teresa del Niño Jesús, Clara de Asís entre otras- como personas fundamentales en la historia de la Iglesia.
La dignidad y la vocación de la mujer cuentan con una importancia fundamental y particular en la Iglesia y en el mundo. Juan Pablo II en su Carta a las Mujeres ha plasmado con hermosas palabras esta misión única. No importa si eres hombre o mujer, te recomiendo de corazón que la leas en algún momento.
Es importante aclarar que las razones por las cuales las mujeres no pueden ser sacerdotes son ajenas a una discriminación por razón de sexo o a una distribución de funciones sociales inequitativa. Pero te propongo que vayamos paso a paso, por los seis puntos fundamentales que la Iglesia propone para justificar su postura, prepárate pues no es un tema sencillo, es posible que sientas que cada punto se va haciendo más complejo, pero si te atreves a terminar estoy seguro que será un tema que tendrás mucho más claro al final del artículo.
La Tradición
Recuerda que la Iglesia siempre ha dicho que el Depósito de la Fe (que abarca la totalidad de la revelación de Dios) está compuesto por la Biblia y la Tradición. Muchas veces podrás escuchar, sobretodo en algunas ramas cristianas de influencia luterana, que toda la revelación se encuentra en la Biblia, esto se conoce como “Solo Scriptura”, no quiero ahondar en esto pero basta leer el último capítulo del Evangelio de Juan, donde dice “Muchas otras cosas hizo Jesús que, si se escribiesen una por una, creo no podrían contener los libros.” Jn 21,25. En fin, la Tradición es fundamental para la correcta interpretación y para obtener toda la riqueza del Depósito de la Fe.
“La Iglesia no ha admitido nunca que las mujeres pudiesen recibir válidamente la ordenación sacerdotal o episcopal.” (Congregación para la Doctrina de la Fe, 1976) Esto ha sido, fundamentalmente, porque la Iglesia ha querido permanecer fiel al ministerio sacerdotal deseado por el mismo Jesucristo y mantenido por los Apóstoles.
La Iglesia tanto occidental como oriental se ha mantenido firme a través de los siglos en esta tradición de mantener el sacramento del orden exclusivo para hombres. Puede que tengan opiniones y tradiciones diversas en otros campos del sacerdocio, pero en este específico su unidad ha sido contundente.
La actitud de Cristo
“Jesucristo no llamó a ninguna mujer a formar parte de los Doce. Al actuar así, no lo hizo para acomodarse a las costumbres de su tiempo, ya que su actitud respecto a las mujeres contrasta singularmente con la de su ambiente y marca una ruptura voluntaria y valiente.” (Congregación para la Doctrina de la Fe, 1976)
Piensa en esto un momento; Cristo pudo escoger a Su Madre, y quien mejor (a nuestros ojos al menos) que ella para llevar este cargo, estaba al menos una de sus tías, y muchas otras mujeres santas: “María llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes, y Susana y otras varias, que le servían de sus bienes” (Lc. 8, 2-3). Y, sin embargo, escogió solo a los hombres para este ministerio.
La práctica de los Apóstoles
¿Recuerdas cuando los Apóstoles se reúnen en el Cenáculo después de la Ascensión de Cristo? Puedes revisar Hechos de los Apóstoles 1, 14 si no lo recuerdas. Judas se había suicidado y se encontró la necesidad de reemplazarlo. Allí se encontraba la Virgen María y contaba con una posición sumamente privilegiada. Sin embargo, los Apóstoles fieles a la actitud de Cristo escogieron de entre los varones a Matías para tomar el puesto vacío.
Más adelante, en Pentecostés, el Espíritu Santo desciende sobre todos, hombres y mujeres (Hechos 2,1) sin embargo, el cumplimiento de las profecías en la persona de Jesús es hecho por “Pedro y los Once” (Hechos 2,14).
La Iglesia Católica primitiva reconocía especialmente la labor de las mujeres en la vida apostólica de la Iglesia. El mismo Pablo escribe diversas cartas a Priscila, Lidia, Febe y otras poniendo de manifiesto “en la Iglesia apostólica una considerable evolución respecto de las costumbres del judaísmo. Sin embargo, en ningún momento se ha tratado de conferir la ordenación a estas mujeres.”
Valor permanente de la actitud de Jesús y de los Apóstoles.
Muchas personas dicen que si Jesús no escogió mujeres (ni siquiera a su Madre) para el ministerio sacerdotal es porque los influjos socio-culturales de su tiempo no se lo permitían. Sin embargo, el Evangelio está cargado de ejemplos en los que Jesús iba en contra de las tradiciones de su tiempo (cuando habla con la samaritana y todos se sorprenden, cuando defiende a la adúltera de ser apedreada, cuando exalta la importancia del matrimonio renovando así la ley Mosaica en fin). Más aún, al llegar a Grecia, los Apóstoles han podido aprovechar que las costumbres de este país aceptaban mujeres sacerdotisas para trabajar en los templos y, sin embargo, aún al sentirse tentados por el apoyo que podían encontrar en esta solución permanecieron fieles a las enseñanzas de su Maestro.
Desde el Concilio de Trento se declaraba que: “La Iglesia ha tenido siempre el poder, en la administración de los sacramentos, de prescribir o modificar todo aquello que conviene más, según las diversas épocas o países, para la utilidad de los fieles o el respeto debido a los sacramentos, con tal que sea salvaguardada la substancia de los mismos” (Denzinger, 1854) Sin embargo, cuando la Iglesia cree no poder aceptar ciertos cambios, es porque se siente vinculada por la conducta de Cristo. Es cierto que puede parecer una actitud arcaica pero la verdad es que es una actitud de fidelidad.
Piensa en esto un momento. Por un lado, Hay una necesidad latente de sacerdotes en el mundo. Por otro lado, la Iglesia se encuentra constantemente atacada por ramas feministas, por medios de comunicación e incluso por sus mismos fieles por no incluir a las mujeres en el sacerdocio. ¿No crees que sería mucho más fácil sacar un decreto en el que se permita ordenar a mujeres en el ministerio sacerdotal? ¿No simplificaría esto todo? Y sin embargo, fiel a las enseñanzas de Cristo, la Iglesia se mantiene firme en su legendaria tradición.
“La Iglesia, por fidelidad al ejemplo de su Señor, no se considera autorizada a admitir a las mujeres a la ordenación sacerdotal” (Congregación para la Doctrina de la Fe, 1976)
El sacerdocio a la luz del misterio de Cristo
Has notado como el sacerdote durante la Misa dice “Este es mi cuerpo y esta es mi sangre”, no dice “este es el cuerpo y la sangre de Cristo” sino que lo toma en primera persona. Esto se debe a que el sacerdote en el altar celebra la Eucaristía in persona Christi, “el sacerdote tiene verdaderamente el puesto de Cristo” decía San Cipriano. Por otro lado el sacerdote es Alter Christus (otro Cristo) “(…)[el sacerdote] asume un carácter esencialmente relacional: está al servicio de los hombres en Cristo, por Cristo y con Cristo.” (Benedicto XVI, 2009).
Voy a tratar de llevar el siguiente punto de la manera más sencilla que pueda. El sacerdote es un signo visible de Cristo, por tanto si este sacerdocio no fuese asumido por un hombre, difícilmente se vería en el ministro la imagen de Cristo. Es una cuestión de semejanza natural que da el hecho de que ambos sean del mismo sexo. Si lo piensas durante un segundo no es un accidente el hecho de que Cristo sea hombre (y no mujer), no hizo esto por demostrar que el hombre es superior a la mujer ni mucho menos, lo hizo porque Dios así lo quiso.
Recuerda como el primer hombre fue Adán, y de su costado nace Eva. Del mismo modo del costado de Cristo (llamado el nuevo Adán), nace la Iglesia. Así como Dios amó a Israel y la tomó por esposa ardientemente amada (tal y como lo muestra el Cantar de los Cantares), Cristo ama a su Esposa (la Iglesia) y “la ha comprado con su sangre, la ha hecho hermosa y santa y en adelante es inseparable de Él” (Congregación para la Doctrina de la Fe, 1976). No se puede pasar por alto este simbolismo tan latente en la Historia de la Salvación y por tanto no se puede pasar por alto que Cristo es hombre.
El sacerdocio ministerial en el misterio de la Iglesia
Ten en cuenta, para comenzar, que la Iglesia es una sociedad diferente a otras sociedades. Si lo piensas cuenta con una estructura y una naturaleza bastante original. La función pastoral de la Iglesia está directamente relacionada con el sacramento del orden, más allá del gobierno o de la estructura es una función de servicio y amor. “El sacerdocio no es conferido como un honor o ventaja para quien lo recibe, sino como un servicio a Dios y a la Iglesia; es objeto de una vocación específica, totalmente gratuita: « No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros…» (Jn. 15, 16; cfr. Heb. 5, 4).” (Congregación para la Doctrina de la Fe, 1976)
Recuerda que con el bautizo todos nos convertimos en sacerdotes, profetas y reyes. No quiero ahondar mucho en este tema, pero esto quiere decir que como sacerdotes tenemos una vocación universal a ofrecer la vida por Dios y el testimonio de alabanza al Señor.
Conclusión
Por Tradición de la Iglesia, por imitación de Cristo, por semejanza a este y por vocación, el sacramento de la orden corresponde únicamente al sexo masculino. La verdadera igualdad dentro de la Iglesia se encuentra en el bautizo. “Igualdad no significa identidad dentro de la Iglesia, que es un cuerpo diferenciado en el que cada uno tiene su función; los papeles son diversos y no deben ser confundidos, no dan pie a superioridad de unos sobre otros ni ofrecen pretexto para la envidia: el único carisma superior que debe ser apetecido es la caridad (cfr. 1 Cor. 12-13). Los más grandes en el reino de los cielos no son los ministros sino los santos.” (Congregación para la Doctrina de la Fe, 1976)
Si como hombre casado sientes la necesidad de dar más en la Iglesia investiga un poco acerca del diaconado permanente. Si como hombre no casado sientes un llamado especial al sacerdocio, tómate un tiempo para discernir tu vocación (tal vez visitar www.whynotpriest.org pueda ayudarte a aclarar dudas). Si como mujer sientes una voluntad de ayudar más a Cristo y a su Iglesia, puedes pensar en una consagración de vida o en adoptar un apostolado especial dentro de la Iglesia. El papel de las mujeres es esencial tanto para la renovación y humanización de la sociedad, como para descubrir de nuevo, por parte de los creyentes, el verdadero rostro de la Iglesia.
Recuerda que el sacerdocio no es un derecho, ni para hombres ni para mujeres. Tampoco es el término de una promoción social, es un misterio vocacional que depende de Cristo y de su Iglesia.
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