¿A quién no le ha pasado que pierde a un ser querido que amaba con todas sus fuerzas pero su recuerdo, su manera de hacer las cosas o hasta esa manera de dar buenos consejos la tiene grabada en su corazón? Hablemos de eso…
Esta canción de Coldplay es para escucharla mientras lees el artículo
La muerte es lo más complicado de entender en la vida. Uno puede encontrarle solución a absolutamente todo, problemas en el trabajo, problemas interpersonales, problemas económicos, y hasta la partida de nuestros amigos a otros países. Pero con la muerte no ocurre igual. En un abrir y cerrar de ojos, esa persona que lo era todo para nosotros Dios la llama a un mejor lugar.
¡Vaya como nos cuesta entender las cosas de Dios!
Una experiencia tan dura
Hace unos años murió una persona a la cual le tenía un gran cariño, mi bisabuela (Me pueden ver con ella en la foto que está en el artículo cuando fuimos a los parques de Universal Studios). La conexión con ella siempre fue increíble. Ella tenía una carácter muy firme con las personas, pero conmigo era clase aparte. Numerosas veces me contó de su vida tan interesante y sobre anécdotas curiosas, siempre estaba al tanto de las últimas tecnologías y las noticias se las sabía todas. Había ocasiones donde la molestaba y reía con ella, y otras tantas que me regañaba para corregir actitudes mías que no estaban tan bien. En fin, ¡Mi bisabuela era estelar!
En el año 2016, en el mes de mayo mi bisabuela se enfermó, y a mediados de agosto perdí esa compañía tan preciada que me acompañó durante veintitrés años de mi vida.
¿Un mejor lugar?
Recuerdo caer en cuenta de que ya no la tendría más, fue complicado, a tal punto que hasta hoy día me cuesta entenderlo. En un abrir y cerrar de ojos ya no estaba ese pilar para mi y para mi familia aquí con nosotros en la tierra, pero no cabía duda que ella debía estar en un mejor lugar, el cielo.
Creo que es sumamente complicado aproximarse al concepto del cielo, pero hay varios santos que con pequeñas frases nos van ilustrando acerca de cómo podría ser este lugar tan maravilloso.
San Felipe Neri dice:
“Si tan solo llegáramos al cielo, qué cosa más dulce y sencilla que estar allí para siempre diciendo con los ángeles y los santos: Sanctus, Sanctus y Sanctus.”
Por otra parte San Ignacio de Loyola dijo:
“Qué pequeña me parece la tierra cuando miro el cielo”
y San Josemaría Escrivá:
“Si el amor, aún el humano, da tantos consuelo aquí, ¿Qué será el amor en el cielo?.”
Con todo esto que dicen estos tres grandes santos podemos ir teniendo una idea de lo que nos puede estar esperando una vez Dios nos llame. Además, se me viene a la mente esa ocasión que fui con mi abuela a Universal Studios, en donde se ve lo fabulosos que son, por todo
s los detalles y la diversión ¡y fueron hechos por humanos!. Ahora, el cielo no debe tener comparación… ¡Es hecho por Dios!. Es un lugar en donde tendremos el amor de Él para el resto de la eternidad, con una grandeza que no somos, siquiera, capaces de entender, y que al solo momento de llegar allí, no nos quisiéramos ir nunca, por la santidad. ¡No tiene comparación!
¿Y qué nos dice el Catecismo?
Ahora bien. Quería indagar más en este tema del cielo que tanto me ha llama la atención y encontré no solo algo muy ilustrativo, sino justamente lo que yo, en mi humilde manera de imaginarlo, pienso que es el cielo, y lo encontré en el catecismo.
Entre algunas de las cosas increíble que leí fueron 3 párrafos que para mi tienen un poder sin igual. El primero nos dice:
1029 …En la gloria del cielo, los bienaventurados continúan cumpliendo con alegría la voluntad de Dios con relación a los demás hombres y a la creación entera. Ya reinan con Cristo; con Él “ellos reinarán por los siglos de los siglos” (Ap 22, 5; cf. Mt 25, 21.23).
Leo esto y pienso, que increible debe ser llegar a eso lugar en donde lo único que se hace es: hacer el bien y estar con Dios por el resto de la eternidad. Y es en este sentido que entra el segundo párrafo que encontré otro que va muy ligado a esto, y nos dice:
1025 Vivir en el cielo es “estar con Cristo” (cf. Jn 14, 3; Flp 1, 23; 1 Ts 4,17). Los elegidos viven “en Él”, aún más, tienen allí, o mejor, encuentran allí su verdadera identidad, su propio nombre (cf. Ap 2, 17):
«Pues la vida es estar con Cristo; donde está Cristo, allí está la vida, allí está el reino» (San Ambrosio, Expositio evangelii secundum Lucam 10,121).
Es entonces el cielo un lugar perfecto en donde encontramos nuestro sentido y quienes somos. Pero además de estar con Cristo, también estaremos con la Virgen María, los ángeles y las demás personas de bien. Esto lo sintetiza el último párrafo que dice:
1024 Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama “el cielo” . El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha.
Pero lo que más me gusta de esto, es cuando dice, que este es nuestro fin último y el que permite que nos realicemos como hombres, considero que es así. Al final el cielo es el premio más valioso que nos da Dios y por el que luchamos día a día los hombres de bien.
El brillo eterno
Mientras pienso en el cielo, entiendo que mi bisabuela está en un lugar mejor. De ella siempre me quedará su brillo eterno (como dice la canción de Coldplay que les puse al comienzo del artículo) y sobretodo su ejemplo de cómo vivir una vida correcta. ¡Siempre tendré conmigo ese cariño incondicional que me dio y la esperanza que la veré en la vida eterna!
Si quieres conocer un poco más, te invitamos a leer este artículo: Si Dios es bueno, ¿por qué existe el infierno?
Comments