Respuesta

Creemos que el purgatorio existe porque Dios nos lo ha dicho a través de la Sagrada Escritura y su Iglesia. En los números 1030-1032 del Catecismo de la Iglesia Católica puedes encontrar varias citas de la Biblia que hablan del purgatorio, junto con escritos de santos y enseñanzas de los papas. Desde los primeros siglos de la Iglesia, los cristianos han hablado de este “fuego purificador” después de la muerte, y han llevado adelante la tradición de ofrecer oraciones de parte de estas almas para que puedan entrar lo antes posible al cielo.

Aunque el purgatorio sea un fuego, es también verdad que las personas que están allí ya están salvadas -quieren ver a Dios- solo que no están preparadas. En el infierno no hay esperanza, pero en el purgatorio sí. Imagina que tu mejor amiga te hubiera dado una invitación muy especial a un evento “red-carpet”, tipo los Oscares, donde ella misma recibirá un premio. Tu nunca has estado en un evento de este tipo, y tu amiga te aconseja que consigas una vestimenta apropiada. Pero a ti te fastidia eso de “ropa formal”, prefieres estar cómodo, y entonces llegas en tus jeans. Llegas, pero te das cuenta ya allí que tus jeans son totalmente inapropiados para la ocasión. Ni quieres caminar por el red carpet, porque te sientes la vergüenza de presentarte a tu amiga así. La mirada de tristeza que te daría sería demasiado para soportar. El purgatorio es como este “no entrar” todavía, e irte a hacer la preparación que no hiciste durante tu tiempo en la tierra. Soberbia, vanidad, pereza, gula, lujuria... son cosas que no nos permiten gozar de la presencia de Dios y estar en su Reino. Es verdad que en la confesión Dios nos perdona el pecado, pero no nos quita nuestro amor desordenado a las criaturas (busca el Catecismo #1472). La purificación de nuestro amor y nuestras tendencias es algo que cada uno tenemos que trabajar todos los días, con la ayuda indispensable de la gracia de Dios.

Ahora la pregunta: ¿iré al purgatorio? Pues, ningún ser humano te puede contestar esta pregunta. Solo lo sabrán tú y Dios en el momento de tu juicio después de la muerte. Pero esto no debe llenarte de miedo, sino de la conciencia que Dios es una persona real, que te ama y pide un amor real que solo tú le puedes dar…¡hoy!

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